San Vicente de Paul

Vicente de Paúl nace el 24 de Abril de 1581 en Pouy, un lugar de campo cerca de Dax en el suroeste de Francia. Sus padres son Jean de Paúl y Bertrand de Moras, unos campesinos. El joven Vicente pasa los primeros años de su vida en el campo; allí trabaja, frecuenta la escuela del pueblo y vive rodeado del ambiente campesino en el que los valores de honestidad, justicia, fidelidad a la familia y la fe son importantes.

Sus padres observan que Vicente tiene disposiciones para el estudio y lo envían a estudiar con los Padres Franciscanos en el colegio de Dax, en 1596. Para ayudar a sufragar sus gastos, Vicente desempeña el papel de profesor particular para los hijos del Señor de Comet, juez de Pouy y abogado de la Curia presidial de Dax.

En 1597 frecuenta cursos en la facultad de teología de la Universidad de Toulouse. A su padre le costo un gran sacrificio: tuvo que vender una pareja de bueyes para costear sus estudios. Al año siguiente, murió su padre y ya Vicente había tomado una resolución; ya no puede seguir estudiando a costa de los suyos. Así que decide montar una pequeña pensión para jóvenes pensionistas e hijos de gentilhombres y entretanto prosigue con sus siete años de estudios teológicos. En 1598, el 19 de septiembre, ya es subdiácono y el 19 de diciembre, diacono. Es ordenado sacerdote el 23 de septiembre de 1600 por el viejo obispo de Périgueux, Mons. Francisco de Bourdeilles.

A partir de este momento empieza a viajar y el mapa geográfico dibujado por el joven Vicente de Paúl resulta bastante atormentado: Dax, Bidache, Tarbes, Toulouse, Périgueux, Marsella, Roma dos veces al menos, Aviñon… Aparecen fechas y hechos oscuros de su vida, como el relato de que fue capturado por una nave y de que estuvo prisionero en Túnez. Parece ser este un momento de aprendizaje, de búsqueda, de información. Todavía le dominaba en esta época el deseo de usar el sacerdocio para encontrar una forma de vivir bien el y su familia.

En 1608, a los 27 años, sube a Paris y entabla relaciones con los gascones de Paris. En el Faubourg Saint Germain, un juez de Sore, pueblecito de las Landas, acepta compartir el domicilio con el. Un suceso acaba pronto con esta situación feliz. Una mañana, el juez se va al tribunal dejando a Vicente enfermo y en cama. Un muchacho de la farmacia le trae el remedio adecuado y en el momento de administrárselo, toma del armario abierto el vaso y la bolsa que ha quedado demasiado a la vista. Al darse cuenta del robo, el juez acusa en el acto a Vicente y le expulsa de su casa. El perjuicio moral que sufre Vicente es inmenso porque le acusa públicamente, dos domingos seguidos, el cura de la parroquia de Saint Germain. Experimenta la dura condición de la injusticia y es una primera experiencia del mundo de la pobreza. Comienza un cambio en su vida y empieza a preocuparle mas directamente la santidad; a través de un proceso de conversión redescubre su vocación. El Padre Pedro de Bérulle le ayuda buscar nuevos valores: empieza a darle importancia a la Encarnación, al sacerdocio como fuente de santidad, a la grandeza de Dios y pequeñez del hombre.

En los años 1612-1613, Vicente entra en relación con un sacerdote cuyos consejos va a seguir escrupulosamente, el Señor André Duval, doctor de teología de la Sorbona. También sigue en relación con Bérulle que instituye el Oratorio en Paris. Vicente, que se siente atraído momentáneamente por esta comunidad en ciernes, descubre que su vocación no está ahí; continua buscando y acepta una propuesta del fundador: suceder al Padre Bourgoing, cura de Clichy. Un año después, por consejo de Bérulle, Vicente asumió la función de capellán de la familia de Felipe Manuel de Gondi, general de las Galeras.

El 24 de enero de 1617 es cuando Vicente precisamente descubre al pobre, al hombre necesitado de diferentes tipos de ayuda. Ante el episodio de la confesión de un moribundo de Gannes, que le dice que se hubiese condenado si no hubiese hecho una buena confesión general de los graves pecados callados por vergüenza, Vicente pronuncia en la Iglesia de Folleville el 25 de enero de 1617, día de la conversión de San Pablo, el primer sermón misionero sobre la confesión general. La obra se ha puesto en marcha: de pueblo en pueblo, Vicente predica, escucha, absuelve. Inaugura un trabajo de misionero.

No deseando continuar en el palacio de los Gondí, su director espiritual, el cardenal Bérulle, le señalo la parroquia de Chatillón-les Dombes. Allí, el domingo 20 de Agosto de 1617, le informan que una familia se muere de hambre; predica en la misa sobre el hecho y el pueblo responde positivamente con una caridad espontánea. Pero Vicente piensa que la caridad hay que organizarla y funda la institución laical que en el primer momento fue llamada «Cofradía de la Caridad». Fueron también llamadas «Damas de la Caridad» en el sentido de que estaban formadas principalmente por personas casadas y, en muchas ocasiones, eran señoras de la alta sociedad. Internacionalmente estos grupos hoy son denominados AIC (Asociación Internacional de Caridades).

Con el fin de constituir una institución sólida y estable y después de recibir una ayuda económica de 45.000 liras de los Gondi para las misiones, Vicente funda el 17 de abril de 1625 la «Congregación de la Misión». El Fundador no desea una institución religiosa, sino secular; quiere que sus misioneros estén disponibles y abiertos a la acción con los pobres. Vicente y sus misioneros recorren las rutas de las «tierras llanas» y de la Isla de Francia. El sabe lo que ha de hacer en adelante: saciar el hambre espiritual de los campesinos de Francia y alimentar a todos los pobres, vendar las heridas de los enfermos, visitar los hospitales, organizar los comedores de beneficencia con ayuda de las mujeres, predicar, confesar, reconciliar a hombres entre sí.

A la vez que las Cofradías de la Caridad se multiplican y se van ampliando, también se dieron problemas relacionadas con la falta de control y mano de obra. Muchas de aquellas señoras no querían o no podían prestar directamente los servicios a los pobres. Entonces tiene lugar un encuentro decisivo en la persona de una dama de la nobleza: Luisa de Marillac. Vicente tiene el acierto de pedir a Luisa que las visite, que vigile a los responsables, que estimule a los equipos, que refuerce sus lazos con los párrocos. Pero los necesitados exigían una dedicación de tiempo completo y la presencia continua de vidas sacrificadas. Con este fin, nace el 29 de noviembre de 1633 la «Compañía de las Hijas de la Caridad». Ellas no son religiosas, sino servidoras de los pobres.

A partir de 1633, Vicente ya se encuentra en plena madurez y sigue animando sus obras, viviendo él mismo en conformidad con el espíritu caritativo y practicando la caridad con los demás. A instancias suyas, las Damas y la Hijas de la Caridad han asumido el cargo de los niños abandonados. Nunca se les había dado tanta ternura, entrega y verdadero amor. La piedad popular ha conservado este poderoso símbolo para inmortalizar a San Vicente: tenía siempre a niños en sus brazos o a su lado.

También se le ve a Vicente enfrentado a los graves acontecimientos de guerras y de hambres que se desencadenan sobre su país. Pone en marcha auxilios en Lorena, Isla de Francia, Picardía, Campaña. Despliega tesoros de ingenio y de organización; imagina folletos, «relaciones» que enumeren las necesidades en víveres, ropas, semillas e incluso en objetos de culto.

Vicente de Paúl, sacerdote evangelizador de los pobres, renovador del clero y hombre de caridad muere apaciblemente el 27 de septiembre de 1660, después de pronunciar las palabras «Dios mío, ven en mi auxilio».